Biografías
Mi padre me introdujo en el
mundo de las biografías, una de sus primeras recomendaciones fue la de María
Antonieta de Stephan Zweig. Yo era muy joven, diez y siete o diez y ocho años,
y aquello me pareció mejor que la mejor novela. Enfoque entonces mi pasión por
la literatura hacia los grandes biógrafos del siglo XX. Muchos de los grandes escritores del siglo
pasado han trabajado el género biográfico y es una aventura enredarse en
él, cada personaje sobre el que lees
suele despertar el interés sobre alguno de sus coetáneos, sobre sus maridos o
mujeres y entonces comienza una cadena
larguísima que puedes abandonar y
retomar de vez en cuando.
En mi caso, la lectura de María
Antonieta me resulto tan fascinante que inmediatamente seguí leyendo toda la
serie de obras biográficas del autor; entre todas, la de Fouché y la citada
sobre la reina guillotinada, quedaron en mi memoria como obras
extraordinarias. Hace unos años con
motivo de la reedición de la obra de Zweig por la editorial Destino, volví a
releer las dos, desde una perspectiva más
madura y con la única titulación de ser una lectora impenitente y debo decir
que ambas son magníficos ejemplos de biografías entendidas como obras
literarias. En este sentido Zweig hace
una relato fluido donde el estudio psicológico del personaje es la idea
fundamental, centrando además la mirada sobre una cualidad especifica del mismo
que lo diferencia de todos los demás y que de alguna manera hace que trascienda.
En el caso de Fouché, la ambición de poder, en el de María Antonieta, la
frivolidad. De hecho, suelen tener un subtitulo que prepara al lector, “Fouché,
El genio tenebroso”, “María Antonieta, Retrato de una mujer común”.
Por supuesto un autor de esta
altura intelectual dotaba a sus obras de toda la documentación histórica
necesaria para que fueran rigurosas en cuanto a hechos y datos, pero eso no es
lo más notable en las biografías de Zweig, lo importante es que logra la
recreación del personaje, enmarcado en su mundo y en su tiempo. La historia
fluye con una ligereza y naturalidad que hacen su lectura accesible,
interesante y apasionante.
Con este mismo concepto de la
biografía, André Maurois es autor de la de Lord Byron que es una de las más
preciosas obras de este género que he leído. La leí hace muchos años en un
ejemplar (regalo de mi padre), comprado en una librería de viejos, encuadernado
en piel azul y en el lomo con letras doradas, una corona ducal y un nombre: “Victoria”.
El libro estaba subrayado y comentado por ella, lo cual fue una experiencia muy
romántica. Fue como leer dos veces, con mis ojos y con su mirada.
El año pasado encontré una
edición de Plaza & Janés de las obras completas de Maurois, y entre otras
cosas volví a leer la biografía de Byron. Debo decir que me ratifico en la opinión
de que es una obra que te engancha al personaje. Cuando la terminas tienes
interiorizado al poeta y al ser humano de tal manera que sabes cómo y porque
era así y sabes como escribe y por qué,
aunque no retengas la teoría de obras y fechas de publicación.
No debo dejar de citar la
Biografía del Káiser Guillermo de Emil Ludwig, pues para mi es la mejor de este
otro grande del género.
Otra razón para acercarse a
las biografías, es el interés por determinados personajes. Napoleón, por
ejemplo, ha sido objeto de cientos de estudios biográficos, creo que no hay
nadie mejor que él para hacer un estudio sobre el género. La primera biografía que
se hizo sobre el gran corso fue escrita solo un año después de su muerte en Santa Elena. El acercamiento al personaje puede ser, apasionado,
objetivo, distante o frio y académico; puede ser acerca de su faceta humana, o
su relación con las mujeres; o acaso sobre su condición de militar o de hombre
de estado. De todas y cada una de las posibilidades de estudio sobre el
Emperador existe un libro y creo que no pasa un año sin que se publique algo
nuevo sobre él. Pues bien, si en el principio de esta entrada
hablaba de que unos personajes te llevan a otros, en esto Napoleón es una mina.
Josefina, Paulina, cualquiera de sus mariscales, su madre, María Luisa y muchos
más merecen interés, por merito propio y a causa de su relación con él. Mi experiencia en este sentido fue encontrar
(de nuevo mi padre) una biografía sobre el Aguilucho, el hijo de Napoleón y María
Luisa de Austria. El rey de Roma, personaje apasionante que murió en Viena solo
a los diez y ocho años de tuberculosis.
Este me llevo a investigar sobre Maximiliano de Austria, de quien se dijo que
era hijo suyo, y él, me condujo a Méjico,
el imperio, y después la cadena siguió con Zapata o Pancho Villa cuyos
biógrafos dicen que tuvo ciento diez hijos naturales. Como ven, la cadena es
casi infinita y esta entrada esta resultando ya muy larga. Para otra, dejo
comentar alguna biografía de nuestra época… quiero decir escrita en nuestra
época, porque las de personajes vivos, nunca me han interesado.
Por si acaso tardo, no puedo
dejar de recomendar dos biografías extraordinarias escritas por Robert K. Massie
sobre Pedro el Grande la primera, y hace menos de una año la de la emperatriz
Catalina la Grande. En ambos casos tanto los personajes como el tratamiento que
hace el autor de ellos son impresionantes y en este momento de Europa su
conocimiento es utilísimo.
Comentarios
Publicar un comentario