El héroe discreto, por Mario Vargas Llosa
Supongo que cuando a un
escritor le dan el premio Nobel, su alegría y su orgullo deben ser enormes pero
es obvio que inmediatamente después empiezan los problemas. El primero será que
inevitablemente se ve envuelto en una vorágine de compromisos sociales y
mediáticos a la que tendrá que sustraerse si quiere seguir siendo escritor. Deberá
encontrar el tiempo y la concentración necesaria para seguir con su trabajo y
no quemarse en la hoguera de las vanidades. Supongo y sólo supongo que el
siguiente problema lo tendrá a la hora de publicar su obra siguiente pues la
presión que él mismo sentirá acerca de la calidad del trabajo y la necesidad de
hacer honor al premio, debe ser tremenda pues de un premio Nobel se exige ya en
adelante una calidad excepcional. Así
que para seguir siendo uno mismo, en todos los sentidos, o bien se posee una
entereza de carácter realmente notable o bien nunca vuelven a escribir. O lo
que escriben no guarda la coherencia y evolución esperada en un autor
consagrado. No es el caso de Vargas Llosa que con la publicación del “Héroe
discreto” ha superado la maldición y nos
presenta una obra que es claramente producto de la lógica evolución de su obra.
El autor sigue recreando el
mundo cotidiano. En sus primeras obras la
realidad nos resultaba algo distante o ajena. Tenían un tono mas poético y algo
mágico pero siempre fueron historias posibles. Creo que es con “La fiesta del
Chivo” la obra con la que el peruano da un paso cualitativo en su estilo y en
ella utiliza un contexto histórico real para desarrollar una ficción que
contiene esa realidad. En esta obra consigue una mezcla perfecta entre el mundo
real y el creado por él. La elección de ese preciso episodio histórico, esos
determinados personajes, tan singulares y extravagantes que a veces resultan
menos creíbles que los que produce su imaginación generan sin ninguna duda una
novela extraordinaria.
En “Travesuras de una niña
mala” vuelve al mundo de la ficción con
un retrato divertido y genial de un personaje ciertamente imaginado pero que
pertenece al mundo real y se desenvuelve en él en unos espacios y tiempo
conocidos y reconocibles. De vuelta a la inspiración en la realidad histórica
para crear una novela, nos conduce hasta “El sueño del celta”, en este caso, mi
opinión es que ésta, es una obra fallida. Creo que el personaje, la época y el
espacio deberían haber producido una construcción mucho más apasionante. Llegamos pues a “El héroe discreto “ y de
nuevo nos sitúa ante realidades cotidianas, tratadas con toda la maestría de un
grandísimo escritor que maneja las palabras
con la precisión y belleza de siempre. Contiene todas las
características que le son propias, el contenido moral de los argumentos, la
elección de los nombres de los personajes, la impresionante y peculiar técnica
de novelación que encadena las secuencias como deslizándose de unos hechos a otros,
de un paisaje a otro, de un tiempo a otro, sin perder el hilo. En resumen sigue
siendo él mismo. Ha pasado la gran
prueba y ha sobrevivido.
Estoy de acuerdo con tu exelente critica.
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