La rubia de ojos negros , por Benjamín Black
Banville,
vestido con el traje de Benjamín Black y a sugerencia de los herederos de Raymond
Chandler, acepta el reto de resucitar a Philip Marlowe y construye un relato cuyo protagonista no sólo
es que exista previamente en la literatura, es que además tiene una encarnación
física en la persona de Humphrey Bogart, que le dio vida de forma inolvidable en el cine.
Creo que sólo un
gran escritor puede salir tan bien parado de semejante hazaña, y desde luego él
lo hace.
La capacidad
creadora del autor está limitada por el carácter del personaje cuya personalidad todos tenemos
interiorizada como si se tratase de alguien real: sentimental, impertinente, cínico
y tierno. Pero no sólo es esto, el escenario
donde se desenvuelve la acción es también una realidad literaria preexistente.
Nadie puede situar a Marlowe fuera de Bay City. Y lo que desde luego es inmutable es la localización temporal. Banville
no tiene problema con esto pues su Doctor Quirque vive en los años cincuenta. Dentro
de este marco tan estrecho tiene que construir una historia a medida, no sólo
del protagonista, sino también de los secundarios. Clare Cavendish podría
perfectamente haber nacido de la mente de Chandler. Es un experimento
interesante y, a pesar de la humildad que supone que un autor ya consagrado
haga un remake de un personaje absolutamente consolidado, los lectores de Banville-Benjamín
Black reconocemos su personalísimo estilo
en cada pagina, por no decir en cada frase, lo que me hace pensar en una
variación musical, por ejemplo las que hizo Chopin sobre el Don Juan de Mozart.
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