El Testamento Francés, por Andrei Makine

Este es uno de esos libros que me hubiese gustado leer en el idioma en que fue escrito. No porque la traducción no sea buena sino porque el autor, cuya lengua materna no es el francés, ha sido reconocido por la Academia Francesa como uno de sus miembros ocupando un asiento desde el 2016. Es de suponer que el cuidado en el uso de la gramática y la belleza de sus construcciones literarias han sido motivo de este reconocimiento. Por eso pienso que me falta algo importante al leerlo traducido.

Es frecuente que autores que no escriben en su lengua madre hagan un uso del lenguaje extraordinariamente preciso y perfecto. Simón Leys en uno de sus ensayos sobre las traducciones, habla de la maestría con que Conrad, cuya lengua materna era el polaco, adoptó el inglés como vehículo para su producción literaria usando el idioma con meticuloso cuidado logrando una perfección extraordinaria. También Nabokob, cuyos primeros textos literarios fueron en ruso, adoptó la lengua británica para sus composiciones literarias escribiendo en inglés sus mejores novelas, como Lolita, publicada en 1955.  A diferencia de Joseph Conrad, que directamente escribía en inglés, Vladimir Nabokob se auto traducía y siempre señalaba la tremenda influencia que en su obra tuvo su formación trilingüe. Utilizó una metáfora estupenda para explicar la transición de una lengua a otra explicando que era como un lento viaje nocturno de un pueblo a otro, con tan solo una vela encendida. Toda esta digresión es para reafirmar la idea de que Makine debe ganar mucho si se lee en francés. Es curioso que, después de que varias editoriales francesas rechazasen su primera novela, consiguió publicarla simulando que era una traducción del ruso al francés.

Andrei Makine, gana en 1995 el premio Goncourt con este libro, “El testamento francés”, una especie de autobiografía pero que centra su punto de referencia en la figura de su abuela, Charlotte Lemonier, quien le transmitió el amor por la cultura francesa utilizando la lengua y la literatura como vehículo imprescindible y diferenciador en un medio geográfico y vital tan adverso como era la estepa siberiana de los años sesenta y setenta en la Unión Soviética. La trasmisión de ese legado cultural a través de todos los escritores franceses consagrados a los que se podía acceder, complementados con recuerdos y evocaciones de un paisaje y una época de la Francia que ella vivió, dan como resultado un relato peculiar que no es más que la historia de una fascinación por un mundo y una clase de vida a la que sublima y convierte en su anhelo más íntimo. 

En el libro se alternan las evocaciones idílicas con descripciones crudas y realistas, tanto de la realidad del presente en el que vive el protagonista como las que en el pasado vivió su abuela. 

Me ha gustado mucho. Lo recomiendo como interesante lectura de calidad.

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