«Los Lobos de Praga» de Benjamín Black

El Doctor Quirke de Benjamin Black es un personaje consolidado, lleno de personalidad y perfecto, que se ha hecho un sitio para siempre en el universo de la novela negra. Sin embargo, quizás le hacía falta un paréntesis para encontrar nuevos argumentos lejos de orfanatos, malvados sacerdotes y monjas perversas. Personalmente encontraba a Banville-Black un poco reiterativo en las ultimas novelas, así que, aún añorando los paseos por el Dublín neblinoso sumergida en la perfecta recreación de los años cincuenta del siglo XX, creo que el cambio de registro de la última novela de Benjamín Black es prometedor.

La acción de su nueva novela se sitúa en Praga 1499, muy conveniente la elección de una ciudad que ha mantenido durante siglos la misma estructura y que aún conserva las características urbanísticas que la hacen reconocible, aunque hayan pasado cinco siglos. Banville-Black no renuncia a hacernos pasear continuamente bajo el cielo blanco y la helada atmosfera de una ciudad que en aquel momento era sede de la corte imperial a cuya cabeza está el Emperador Rodolfo. Por lo tanto, de alguna forma en ella se concentraba todas las circunstancias que eran propias de un importante centro de influencia. Así, entre los muros del castillo y algunos palacios de la ciudad vieja, se desarrollaban batallas silenciosas entre las diversas fuerzas a fin de alcanzar el poder. Del mismo modo que las fuentes de poder se debatían en la corte por alcanzar la preminencia en la cercanía del Emperador, este, convocaba a toda una serie de personajes (filósofos, médicos, alquimistas) a los que Rodolfo quería tener cerca y otorgaba gran importancia e influencia. 

A este paisaje se incorpora el personaje protagonista de la trama, Christian Stern, que inmediatamente se ve envuelto en una trama que de manera vertiginosa le llevan a estar en contacto con las tres o cuatro personas sobre las que bascula toda la influencia y poder del Imperio. Incluido el propio Emperador Rodolfo que tiene que moverse entre esa madeja inextricable dé intereses, celos y envidias en una oscuridad que se va aclarando durante el desarrollo del relato.

Christian Stern no es un personaje del todo creíble. Es demasiado ingenuo para la inteligencia que le otorga en las descripciones y es demasiado erudito para ser tan joven. En fin, no sé si hay mucha coherencia entre las expectativas con las que el acude a la corte y los pasos que de hecho le van conduciendo a un mundo de oscuras pasiones en el que sin embargo se va arreglando para sobrevivir con fortuna. De igual manera, el coro de personajes que acompañan al principal es, a mi manera de ver, un poco estereotipados y tópicos; los válidos, la amante el bufón y el cardenal cada uno de ellos responde a un tipo bastante previsible.

La trama va evolucionando centrándose cada vez más en los oscuros equilibrios de poder que encerraban las cortes imperiales y menos en las cuestiones del mundo mágico y los alquimistas, cómo parece al principio del libro. Tras las primeras páginas, pensé que la resolución del misterio se hallaría en terrenos filosóficos a la manera del Nombre de la Rosade Humberto Eco.  Sin embargo, finalmente vuelve en el desenlace a motivaciones mucho más terrenales.

No es que no me haya gustado, siempre disfruto con las novelas de Benjamín Black, su calidad literaria es indiscutible, pero quizás esta no me ha parecido tan perfecta como otras.

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