«La muerte del comendador» por Haruki Murakami

Gran novela, en todos los sentidos, por la enorme construcción literaria y también en cuanto a la dimensión de la obra, pues entre los dos libros que la componen suman casi novecientas páginas. Quizás la división en dos libros de la novela responda a razones comerciales, pues ambos tienen una continuidad absoluta en cuanto a personajes, espacio, tiempo y trama, que es consecutiva, hasta el punto de que, sin leer el segundo libro, el lector no resolvería las cuestiones que se plantean y desarrollan en el primero.

Murakami tiene un estilo muy singular. En esta novela de ritmo muy lento, el realismo con que hace las descripciones exhaustivas de los ambientes y de las cosas cotidianas (cocinar, planchar o hacer la compra) así como de las cualidades tanto físicas como psicológicas de los sujetos que habitan el relato, se ve alterado por la introducción de elementos irreales que se integran en la trama de una manera muy peculiar. 

Cuando los elementos irreales aparecen, llevamos más de doscientas páginas de un relato donde todo lo que pasa es perfectamente posible y nada extraordinario. Un hombre que después de una crisis matrimonial, inicia un viaje real y de alguna forma metafórico hacia la búsqueda de sí mismo estableciéndose en un espacio solitario y aislado, lejos de su vida anterior. En ese contexto conoce a Mensiki (personaje en quien los expertos en Murakami ven un homenaje a El gran Gastby, de su admirado Scott Fitzgerald) y a partir de aquí la novela cambia con la aparición de personajes que no son plenamente reales pero que se incorporan al relato de forma totalmente real, en el sentido de que tienen corporeidad y voz. Aunque no son percibidos por todos, interactúan con los personajes reales y por supuesto desarrollan un papel fundamental en la trama. He pensado mucho acerca de cómo definir la naturaleza de estos personajes, a los que el autor les hace definirse como ideas o conceptos. Yo veo en ellos una mezcla de elementos que vienen de la literatura oriental, y que les confieren una naturaleza entre genio de la lámpara, duende benéfico o hada madrina.

En cualquier caso, me parece un experimento literario muy interesante, porque, aunque en algún momento puede que los personajes puedan recordar a los del mundo de Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas, aquellos claramente eran personajes oníricos, y sin embargo Murakami incorpora y vertebra a los suyos en la realidad de la historia de manera natural y consigue que el lector, después de la sorpresa, los acepte enteramente como parte del relato.

Otro rasgo del estilo magistral del autor es esos cambios que imperceptiblemente hace en la voz narradora.  Comienza teniendo la palabra el narrador omnisciente que lleva el peso del relato y cuando acaba el suceso ha cedido la palabra al sujeto activo de la acción narrada. Esto es algo técnicamente muy complicado, y él lo logra una y otra vez , sin que el lector lo perciba pero dando una visión circular con una perspectiva distinta desde el momento en que se empieza a contar el suceso hasta que termina.

En La muerte del comendador están presentes todas las señas de identidad de Murakami, La música clásica es parte de la cotidianidad del protagonista, pero es su amor por la excelencia lo que caracteriza las referencias a las versiones de las obras que escucha. También está, salpicado durante todo el libro su afición por las grandes y míticas marcas de coches, de güisqui o de ropa.


Es una magnífica novela, para mí de lejos la mejor que he leído del autor, creo que por fin he conseguido entrar en su mundo narrativo y definitivamente me quedo en él.

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