«El final del affaire» por Graham Greene

A veces tengo la tentación de no leer más que novelas que hayan pasado el filtro del tiempo porque, normalmente, las reediciones con traducciones nuevas suelen ser garantía de calidad. Aunque es interesante descubrir autores nuevos o desconocidos para mí, lo frecuente es que resulte descorazonador la cantidad de libros que se editan y publicitan sin que superen los mínimos.

Según Vargas Llosa, en el estupendo epílogo que ha escrito para esta nueva edición del «El final del affaire», Greene nunca llegó a escribir una obra maestra y esta es la que más se aproxima a la que podría haber sido. Yo no sé si estoy muy de acuerdo porque, ¿cuales son los criterios para saber lo que es o no es una obra maestra? Seguramente no es algo académico sino subjetivo y en este terreno no hay reglas matemáticas. A mí personalmente me ha parecido una gran obra, muy por encima de la media, por varias razones que ahora comentaré.

En orden al argumento, es una novela con varias lecturas. Una superficial que se atendría a la historia de una relación amorosa ilícita que sucede en los tiempos convulsos y difíciles de un Londres azotado por los bombardeos alemanes en medio de una guerra que alteró todos los parámetros de comportamientos de la gente corriente. El desarrollo de esta trama justifica por sí misma la lectura de la novela, pero hay otra lectura mucho más profunda que trata sobre la culpa, la lealtad, la existencia de unas normas morales y la licitud de romperlas cuando el empuje de la pasión arrasa todos los principios.

Greene fue catalogado en su tiempo como un escritor católico, supongo que en nuestros días esa clasificación sería un obstáculo que lo alejaría de las primeras filas de los estantes de las librerías. Yo sólo conozco «El tercer Hombre» y «El final del affaire» de toda su obra y nunca lo hubiera definido por su condición de católico sino más bien como un escritor que profundiza en las complejidades espirituales de sus personajes, en sus dudas y sus anhelos, por encima de la adscripción a una determinada fe. Evelyn Vaughn fue mucho más allá que él en el sentido de resaltar la diferencia que marcaba ser católico en la Inglaterra de la primera mitad del siglo XX, tratando las normas de una exigencia moral mucho más estricta y la pertenencia a un grupo minoritario que les hacía distintos.

Graham Greene explora en esta obra temas como la huella indeleble que implica la pertenencia a una fe, incluso si la persona en cuestión lucha por evitarla, por eludirla y nos muestra la angustiosa persecución de una razón que justifique el incumplimiento de una promesa. En definitiva, Sarah es un personaje realmente logrado que posee una naturaleza tan autentica en sus debilidades como en su fortaleza, la complejidad de un ser humano está perfectamente retratada en ella.

En cuanto a las habilidades narrativas del autor, es interesante observar como utiliza el cambio de narradores de la historia en cada uno de los libros que componen la obra. Cambia el sujeto que la cuenta dando así una perspectiva distinta de los mismos hechos, tanto como si por momentos fueran historias diferentes. Lawrence Durrel lleva este recurso literario al extremo en «El cuarteto de Alejandría», pero es curioso que esta obra se publica en 1962, y «El final del affaire» es de 1951. No lo sé con certeza, pero bien podría considerarse como un claro precedente, al menos una inspiración.

Es una lectura altamente recomendable, nadie se arrepentirá de haberla empezado. Felicito a Asteroide por la idea de añadir un epílogo a la novela, escrito por un novelista consagrado por el premio Nobel de literatura.


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