«El espejo de nuestras penas», por Pierre Lemaitre


Es el último libro de la trilogía que empieza con «Nos vemos allá arriba» y que sigue con «Los colores del incendio». Aunque sea una trilogía, cada uno de los tres libros se puede leer de forma independiente pues la trilogía no comparte en sus tres entregas ni personajes ni clanes familiares.

Lo que hace que constituya una trilogía es que cada uno de los tres libros discurre  en Francia a lo largo de la primera mitad del siglo XX. Cada uno de ellos, actúa como un conjunto de hechos y circunstancias sin los cuales el siguiente periodo probablemente no hubiera sido así, de modo que el horror que se narra en el que se desarrolla durante la Gran Guerra, da pie a la peculiar huida hacia adelante, que fueron los años de entreguerras, los locos años veinte. Vivir de manera intensa y despreocupada, pues dos generaciones de europeos, sobre todo, se consideraban milagrosos supervivientes de aquella masacre y todo les empujaba a explorar y traspasar los limites vitales que millones de sus contemporáneos ya no tendrían la posibilidad de conocer.

En el tercer libro, el que cierra la serie, nos encontramos a los personajes que protagonizan «El espejo de nuestras penas» sorprendidos. Por segunda vez en menos de cincuenta años se vuelve a desatar el horror. Todo se había ido gestando mientras que la frivolidad y la inconsciencia con que se vivieron los años que siguieron a la masacre, impedía que la sociedad fuera capaz de anticipar lo que se les venía encima.

En un principio todo estaba preparado para que nada de aquello volviera a pasar. La declaración de guerra parecía imposible que no se evitara, pero pasó. La invasión de su territorio, cuya contingencia parecía estar tan estudiada que resultaría imposible, pasó también y aquí asistimos en el comienzo de este episodio, a la locura de un momento histórico demencial. Mientras los alemanes avanzan imparables, el ejército francés se retira sin prácticamente oponer resistencia y miles de personas huyen hacia lugares seguros o aceptan resignadamente la ocupación.

Creo y me reafirmo en ello, que desde finales del siglo pasado y desde luego lo que llevamos de este, la literatura francesa ha cambiado el relato del comportamiento de sus compatriotas durante la ocupación alemana y de su ejército en cuanto a la participación en la guerra. Ha abandonado los relatos épicos de la resistencia, y el retrato social que hace la literatura de ese tiempo es mucho más veraz, aceptando con cierta naturalidad que se convivió con la ocupación de la manera menos traumática posible.

Para llegar a este momento han debido reflexionar y concluir que los desgarradores efectos de la primera Guerra, librada, en las trincheras de sus propios pueblos, la muerte de millones de sus jóvenes provocó un trauma insuperable a esa sociedad y esto determinó y de alguna forma justificó aquel comportamiento.

Lemaitre es un maestro construyendo historias y «El espejo de nuestras penas», es un claro ejemplo de técnica literaria pues plantea varios escenarios aparentemente aislados e inconexos, que finalmente convergen en un desenlace único. El viaje al desenlace se desarrolla a través de una literatura imaginativa y desbordante llena de vueltas de tuercas que sorprendentemente acaban por encajar.

Yo la recomiendo, es una buenísima novela. «Nos vemos allá arriba», era más literaria y en ocasiones muy cruda. «El espejo de nuestras penas» es más trepidante y entretenida.   

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