«Peregrinos de la belleza» por María Belmonte

Peregrinos de la belleza es un ensayo sobre artistas a los que les inspiró la belleza, la luz y el modo de vida del mar Mediterráneo.

El estudio no solo se refiere a artistas plásticos o escritores. También señala a estudiosos que fueron imprescindibles para dar una visión nueva de la importancia de la herencia mediterránea en la cultura universal. Empieza por Johann Wilcklemann, alemán de nacimiento que a mitad del siglo XVIII se traslada a Roma desde donde, gracias a importantes mecenas, impulsa el conocimiento y recuperación del arte de la antigüedad clásica. A partir de su trabajo, volvieron a prevalecer en la época los cánones de belleza de la cultura grecolatina.

Cada uno de los capítulos, repartidos entre Italia y Grecia, ha sido un descubrimiento. En algunos casos de personajes que desconocía su existencia como el fotógrafo Wilhelm von Gloeden o el escritor Kevin Andrews. Y en otros casos he descubierto muchas cosas de maestros que ya conocía y admiraba, lo que me ha permitido profundizar en su personalidad y entender la fascinación que a los habitantes del frio y gris norte, les produce la luz y el calor del Mediterráneo.

Especialmente quisiera sugerir el capítulo relativo a Lawrence Durrell. Del mayor de los Durrell, solo había leído «El cuarteto de Alejandría», que me pareció una obra magnifica. Sobre él, conocía su estancia en Corfú por los libros de su hermano Gerald, que por cierto, son una autentica pequeña joya de la literatura intrascendente y ligera. Gracias a «Peregrinos de la belleza» he descubierto su libro «Trilogía mediterránea» compuesta por «La celda de Prospero»(Corfú), «Reflexiones sobre una Venus marina»(Rodas) y «Limones amargos»(Chipre). Es una trilogía absolutamente maravillosa que fascinará a todos aquellos a los que les atraiga la cultura mediterránea. Merece la pena leer la trilogía, ya que tiene una dimensión poética que la hace muy especial, contando con la formidable, excelsa y original prosa en la que Lawrence Durrell es un maestro indiscutible.

María Belmonte consigue contagiar la admiración que siente por los personajes que estudia y describe. Su libro empuja a realizar con ella los recorridos que a través de sus obras hace por los paisajes reales que en ellas se describen. Aunque haya pasado mucho tiempo, ella busca la belleza que siempre ha seguido estando allí y la encuentra en la luz, en el carácter de los habitantes y en las huellas culturales que son inmunes a los avatares circunstanciales de la historia.

Lo recomiendo muy entusiásticamente y en especial si vais a viajar a cualquiera de los lugares en que transitaron los maestros de los que habla este libro. La mirada de los artistas abre nuestra perspectiva a un horizonte más amplio, y eso siempre es enriquecedor.

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