Los Años Ligeros, Crónicas de los Cazalet por Elisabeth Jane Howard
Este es el primero de los cinco
libros que componen estas crónicas. Ahora, este género de novelas se denomina “novelas rio,”
aunque yo sigo prefiriendo el termino “saga” para clasificarlas. De hecho, esta
obra me recuerda muchísimo a La Saga de
los Forsyte, de John Galsworthy, aunque con alguna diferencia notable. Elisabeth
J. Howard publica su obra sesenta años después de los hechos que relata. Esta circunstancia
es muy relevante, pues en ese periodo de tiempo el mundo ha cambiado de manera
significativa y el tratamiento de algunos temas es absolutamente distinto
contemplado con la perspectiva histórica del final del siglo XX. Glasworthy por
el contrario publica su obra en 1906, si aceptamos la convención de que la era
victoriana empieza en 1837 y acaba en 1901, comprobamos que su creación es
contemporánea a los hechos que relata, por lo que esta imbuida del espíritu de
su tiempo.
Los Años Ligeros retrata la vida de una familia
de burgueses acomodados. Una clase social que prospero notablemente en las últimas
décadas del siglo XIX y que en las fechas en las que empieza el relato, verano
de 1938, esta absolutamente consolidada. Tiene un estilo de vida propio y
diferente del que caracterizaba a la aristocracia.
Es muy interesante la agrupación
que hace la autora de los personajes componiendo tres grupos en atención a la edad.
Los abuelos de la familia, personas mayores pero en el ejercicio absoluto de su
posición de autoridad tanto en el sentido profesional, es el director de la
empresa familiar, como en ámbito familiar. Ambos, el Brigada y la Duquesita,
son los que acogen en su propiedad a la familia completa durante ese verano. El
segundo grupo, el de los hijos, que están entre los treinta y cuarenta años. Por
una parte, están los dos mayores que han luchado en la gran guerra y encarnan
de algún modo aquellos que fueron marcados con el horror de los campos de
batalla europeos donde perdieron la vida y la salud mucho más de la mitad de
sus contemporáneos. Por otra parte, la chica y el más joven de los hermanos parecen
moverse entre la incertidumbre del incierto futuro que les espera y el apego a
su modo de vida. El tercer grupo son los nietos, algunos recién nacidos, otros
en la primera infancia y unos cuantos adolescentes.
La voz narrativa se va
alternando entre los personajes pertenecientes a cada uno de los grupos, dando
así una imagen panorámica del mismo a la vez que en ciertos momentos enfoca y acerca,
alguna situación puntual para centrar el punto de vista.
Es destacable la absoluta
ausencia de juicios morales. La autora mantiene una distancia chocante a la
hora de relatar cualquiera de los episodios que van ocurriendo como si quisiera
mostrarnos simplemente la fotografía del momento, lo más realista y exacta posible,
y que el lector tenga todos los datos para ser quien decida sobre la moralidad de
aquellos. La verdad es que la sola elección de cuáles episodios contar y cuáles
no, es ya una elección moral, con lo que es un poco inútil la intención de no
implicarse.
En orden al estilo, es una
literatura muy elegante y clásica en las técnicas de nivelación y los diálogos,
pero tiene un ritmo increíblemente lento, tanto que a veces se cae de manera
inevitable y se pierde interés. También me parece reseñable algo que es
absolutamente propio de la literatura “pre cine”, la exhaustiva descripción de
los escenarios donde se va a desarrollar un acto; ella lo cuenta todo, incluso
el ruido del agua al recibir las piedras que alguien está tirando, la situación
física de los personajes en la escena, la luz, la temperatura…en fin,
todo. Esto resulta abrumador y un poco
desesperante.
Me alegro mucho de haberla leído
y espero la publicación de las siguientes. Sé que la BBC hizo una serie
televisiva con las crónicas de los Cazalet, seguro que era estupenda, porque es
verdad que el relato de la vida cotidiana de esta familia. Es la historia de
una época concreta de la sociedad británica con sus luces y sus sombras. Nada
hacen mejor que contar su modo de vida.
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