«Como polvo en el viento» por Leonardo Padura


“Polvo en el viento” (“Dust in the wind”) canción de Kansas, no es sólo el título del libro, sino que también es la banda sonora de la nueva novela de Leonardo Padura.

 

Desde que leí «El hombre que amaba a los perros», he sido una ferviente admiradora del autor que, para mí, es uno de los mejores sino el mejor de los autores de novela que escriben en castellano. La serie de novelas protagonizadas por el detective Mario Conde contienen en cada uno de los episodios una trama policiaca, que bastaría para hacerlas interesantes, pero hay mucho más en ellas. Transporta al lector a su paisaje cubano, habanero para ser más concretos, y a través de un coro de personajes que constituyen desde primera hora una especie de familia grande que va pintando un lienzo muy completo de la sociedad y el modo de vida en la isla. Si se leen en orden cronológico, se asiste de manera perfecta a los cambios que van sucediendo a lo largo de los años, las crisis, las carencias, las dificultades y como el mundo que estaba lleno de expectativas y de proyectos esperanzados se va desmoronando, se llena de ausencias.  Solo sigue inalterable la honestidad y la integridad de Conde, así como su voluntad incuestionada de seguir viviendo donde nació, y ser la referencia y el ancla vital de todos los que quedan allí y de los que se fueron.Siempre he pensado que Mario Conde es un poco trasunto del propio Padura, comparten fecha de nacimiento y por lo tanto la pertenencia a la generación que nace cuando Fidel Castro llega al poder. También, sus vidas son contemporáneas a la propia realidad social y política de Cuba, y creo que la sombría tristeza que emana en los últimos episodios del detective la he visto en las entrevistas que concede Padura, sobre todo cuando habla de su país.

 

Esta introducción me parece oportuna para hacer una entrada sobre su última novela, «Como polvo en el tiempo», pues Padura en ella se sitúa fuera de Cuba para construir el relato, para de alguna manera tomar distancia y modificar la perspectiva, y por esta vez, prescinde de Mario Conde y crea un coro de personajes, de perfiles distintos a los que nos son ya familiares por las anteriores novelas, y hace discurrir la acción desde los lugares del exilio para converger ,como no podía ser de otra manera, en la Habana , en la casa del Fontanar. Y en Clara, que es el personaje aglutinador del clan que protagoniza esta nueva obra.

 

 En la promoción de la novela, el autor ha dicho que ha tenido que sacarse de dentro todas las historias que tenía. Yo tengo la impresión de que lo que pasa es que ha vaciado en esas historias toda la experiencia vital de su generación. Aquí esta descrita la esperanza con que afrontaron el futuro que se les ofrecía, todas las expectativas que les procuraría la formación académica, técnica y científica, a la que pudieron acceder, en un mundo nuevo, una sociedad que se prometía justa y limpia de las corrupciones del pasado, en la que los valores morales tradicionales se habían sustituido por valores revolucionarios de un orden alejado al de los espirituales. 

 

Verdaderamente en esto, la revolución de Castro fue un éxito, un éxito que se les volvió en contra, cuando se hizo patente que sus capacidades solo podían ejercitarse fuera de la isla porque allí, a lo largo de los años, las crisis, las penurias, el embargo, la desaparición de la Unión Soviética, y con ella el apoyo económico que era tan necesario, no había quedado nada en pie y como un cuentagotas incesante comenzaron los abandonos que desangraron una sociedad compuesta por los que se fueron en busca de un futuro mejor, y los que se quedaron resignados o incapaces de abandonarla, pero todos igualmente desencantados y sin ningún sostén fundamentado en valores que les proporcionase  algún asidero para no sucumbir a la desesperación. 

 

Padura en este libro endurece su estilo es menos sutil y más explicito, en ocasiones demasiado para mi gusto. El argumento es quizás complicado, a veces cuesta encajar las piezas de la trama, pero es una maravilla como está escrito y la forma en que utiliza el idioma, como lo cuida y enriquece.

 

De los relatos del exilio, me quedo con lo que creo que es esencial. Los que se fueron lo hicieron por muy diferentes motivos, algunos rehicieron sus vidas e incluso triunfaron con los instrumentos profesionales que habían recibido, otros sobrevivieron y alguno no lo consiguió. Pero todos ellos, los que pertenecen a la generación del 59, a la de Padura a la de Clara, y Elisa a la de Bernardo, Irving y Darío…Conservaron el cordón umbilical que a través de los que se quedaron seguía alimentando su aliento vital y nunca han llegado a ser más que exiliados de su esperanza.

Comentarios