Son cosas que pasan por Pauline Dreyfus


Parece que Patrick Modiano, con su Trilogía de la ocupación, ha abierto la veda que existía en la literatura francesa para escribir sobre esos años bajo un punto de vista mucho más realista de lo que se había hecho hasta entonces.

En 2011 se publica un libro de Alan Riding, en el que el periodista y crítico del New York Times escribe abiertamente sobre la más que acomodaticia actitud con que recibió el llamado “mundo cultural” a los alemanes en París y, por primera vez, se vio en negro sobre blanco algo que sabíamos bastante bien. Pero Riding no es francés y por lo tanto no cuenta como parte integrante de la literatura francesa.

Modiano es implacable en su visión y arroja luz y una nueva perspectiva de esos años de los que hasta ahora la literatura nos mostraba una Francia llena de resistentes heroicos y hablaba poco o nada de la mayoritaria aceptación de los hechos consumados, asumiendo de buen grado la presencia de los ocupantes, cuando no fueron abiertamente colaboracionistas, o cínica y voluntariamente ciegos a cuanto pasaba en los márgenes de la realidad superficial.

En esta novela, Pauline Dreyfus hace un retrato absolutamente demoledor de la sociedad parisina del momento. La escritora se centra en Natalie de Lusignan, Duquesa de Sorrente, perteneciente a una familia de aristócratas. A través de sus andanzas y avatares, nos va mostrando una visión circular de cómo se desenvolvían los personajes en la situaciones difíciles que se iban sucediendo y como sortearon las dificultades  buscando en el refugio de la Costa Azul, alivio a sus tribulaciones. Cuando digo que ofrece una visión circular, me refiero a que no se limita a cuestionar el comportamiento de una clase social, sino que nos hace ver que la actitud era compartida por casi todos los estratos sociales, haciéndose evidente la insolidaridad con los perseguidos por el régimen Nazi, especialmente con los judíos a los que dieron la espalda marcando las distancias cuando menos. Y el día después, cuando los aliados entran en París, son capaces de las más abyectas de las mentiras para librarse de las etiquetas de “colaboracionistas”.


Es una buena novela, buen ritmo y extensión apropiada. Y me ha hecho reflexionar sobre como la frivolidad se impuso y disfrazó de fiestas el miedo atroz que les provocaban los ocupantes, prefirieron acomodarse a combatirlos. Creo que los próximos años vamos a leer mucho en este sentido, es un filón enorme que explotar.